El canalla, el malo, el que se sube a la moto mientras enciende un
pitillo, el que no rinde cuentas a nadie salvo a mí mismo, soy la
promesa eterna de la libertad. Soy el que, a mi lado, cada día será
diferente al anterior. Soy la inestabilidad, la tormenta, el caos. Soy
el “hoy te quiero menos que ayer y mañana no sabré quién eres”. Soy la
sonrisa hipnótica del rebelde sin causa, el deseo que viaja en tranvía,
el capitán Jack Sparrow, el mañana que nunca muere. Soy , en definitiva,
la atracción que ejerce lo prohibido, lo que no nos conviene, lo que
nos va a hacer sufrir.
Porque, en el fondo, esa atracción se basa en la remota y utópica
posibilidad de poder domar a la fiera, de ser tú la que ha conseguido
meter en el redil al que nunca quiso ser boy-scout. Es decir, la
atracción de ser la que ha conseguido que la sonrisa de un canalla deje
de lucir o, mejor dicho, que sólo lo haga para ti. Pero, querida, si
hiciéran eso, serían como los demás, como los que convienen, como los
que no te harán sufrir. Y entonces, ya no tendrían ningún tipo de morbo.
Por eso seguimos sonriendo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario